Cuarta exposición pictórica- “Mi vida: Istmo”, Shinzaburo Takeda.
Mi corazón es de un rojo ístmico
Las artes plásticas en nuestros días toman el vuelo y se difunden por otros medios, la pantalla electrónica es la pared de la sala de exposición. El color y la línea no dejan por ello de ser la visión de un espectador imaginario. El mismo pintor o autor de un cuadro se nos vuelve imaginario. Una visión completa. No nos alcanzan las metáforas para operar las palabras, apenas rondan el entendimiento. Virtual y virtuosa, una ojeada a sus mil mujeres del Istmo y de más allá; decimos del maestro Takeda y su obra pictórica.
Ojos sensatos, hasta cierto punto inocentes, de una realidad o de la sensualidad, se cubre bajo el pincel del maestro Shinzaburo Takeda, maestro de generaciones en Oaxaca. Sin más que un corazón de sol, entregado a la personalidad de quien lo ha compenetrado en lo imaginario.
La figuración de los rostros y los cuerpos femeninos trastocan un ambiente, son personas de una curiosa realidad en combinación animalina, como en el mito de los binniguláza: tener la capacidad de la trasmutación de los seres. En la obra de Takeda su mirada da siempre a lo una festivo, cercana a la divinidad. La obra takediana se filtra en el colorido que la gente misma se da de su ambiente. Las flores cubren los cubos de luz, quiebran el sol. Dejemos lo expuesto andar su camino.
Manuel Matus Manzo.
Shinzaburo Takeda
Seto, Japón, 1934
Shinzaburo Takeda nació en Seto, Japón, en 1934. Como habitante de un pueblo muy humilde donde la mayoría de sus habitantes elaboran cerámica, desde los 18 años Takeda destacó por su ingreso a la exigente Universidad de Bellas Artes de Tokio. Allí lo conoció el maestro Tamiji Kitagawa, quien había vivido en México y de regreso al Japón fue a residir a Seto, el pueblo de origen del Maestro Takeda.
Influido por las enseñanzas de Kitagawa, el maestro Shinzaburo Takeda quiso revivir la experiencia de su maestro y en 1963 se trasladó a la tierra de los grandes muralistas. El joven artista vivió once años en la Ciudad de México, estudiando con los grandes maestros del arte nacionalista.
En 1978 Takeda llegó a la región Mixteca de Oaxaca, donde fue seducido por la enorme riqueza cultural, social y natural del estado. No poca de la fascinación que Oaxaca ejerce en Shinzaburo Takeda proviene de su identificación como un acto de mímesis espiritual, con la cultura campesina que halló en los pueblos del sur de México. Esta cultura no se limitó solamente a la producción agrícola, sino que se manifestó asimismo en producciones estéticas de belleza extraordinaria y esencial originalidad. Con esto, el Maestro Takeda vio el reflejo de su vida como un abrasamiento total al ambiente oaxaqueño, cual se incorpora devotamente, no sólo en su obra plástica, sino también en su labor docente y de promoción artística.
El Maestro Takeda se convirtió en un japonés-oaxaqueño, al grado de establecerse en la capital del estado para vivir, crear y enseñar su notable arte. Desde 1979, el Pintor y Grabador nacido en Seto dedica un importante caudal de su tiempo y energía, en formar a los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, en el camino de la Gráfica y la Pintura.
El 9 de noviembre del año 2012, el emperador Akihito otorgó la medalla de la Orden del Tesoro Sagrado, grado tercero, al Mtro. Shinzaburo Takeda por su labor como artista y maestro de varias generaciones de artistas oaxaqueños, surgidos en su mayoría de la Escuela de Bellas de la UABJO. Sólo otros tres ciudadanos japoneses residentes en México han recibido antes esta distinción imperial. En la ceremonia de entrega de la Orden del Tesoro Sagrado de este año, el Maestro Takeda fue el primero en ser reconocido con esta condecoración, por encima de embajadores, funcionarios gubernamentales y hombres de negocios. Así, el arte tuvo preeminencia en la entrega del reconocimiento imperial.
En el año 2017, se presento por primera vez el documental que lleva su nombre ‘Takeda’, dirigido por el Mtro. Ya’sib Vázquez Colmenares.
Actualmente, el maestro Takeda, reside en Oaxaca, México, con la incesante tarea de seguir pintando aquella vida oaxaqueña, aquel aspecto que solamente la mirada del Maestro puede distinguir, dando clases cada año a los jóvenes, que aún admiran su trabajo y miran el rumbo de una perfección técnica y artística; sin duda, su trabajo, su pasión, su vocación y aquello por lo que ha vivido.
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