En busca del acta perdida. Segunda parte.

Por Wagive Turcott Fiat.

Encontrarnos con nuestro pasado familiar es como hacer un viaje en el tiempo y encontrarnos con la historia de nuestra patria, mi abuelo paterno, por ejemplo, quien nació en el mes de marzo, curiosamente fue bautizado el 18 de julio de 1872, la fecha en que murió Benito Juárez, presidente de México en ese entonces. Una coincidencia que me permite contextualizar la vida de mis antepasados en esa época.

Abuelo paterno bautizado el 18 de julio de 1872.

Se leen también los nombres de mi bisabuelo y de mi bisabuela, los nombres del padrino, de la madrina, del párroco, aparece ya Minatitlán, en los registros familiares anteriores, aparecen los nombres Chinameca y de Cosoleacaque, fue hasta el 28 de mayo de 1853, cuando por decreto presidencial se nombró Minatitlán, como villa y cabecera del territorio de Tehuantepec.

Registros familiares anteriores.

En la investigación documental podemos toparnos con algunas dificultades, como descifrar lo que dicen los documentos manuscritos de siglos pasados, sin embargo, sobre la marcha se van adquiriendo rudimentos de paleografía, que permiten descifrar los registros.
Cuando los registros de nuestros antepasados están en otra lengua, quizá necesitemos ayuda, los traductores en línea son grandes auxiliares.

Documentos difíciles de decifrar.

En este registro averigüé, que el 17 de julio de 1845, mi tatarabuelo, quien era granjero de San Fabian y mi tatarabuela, bautizaron a su hijo, nacido el día anterior.

Otra dificultad resulta con el cambio de nombres que sufrieron muchos inmigrantes al ingresar al país, algo muy frecuente a principios del siglo pasado, mi abuela materna llamada Wajibeh, quedó registrada como María, a mi abuelo, también le cambiaron el nombre, por lo que ha sido muy difícil encontrar sus huellas documentales.

En ocasiones el tiempo, la humedad, los insectos, han hecho estragos sobre los documentos dañándolos sensiblemente, o destruyéndolos.

Documento con daños.

En los archivos familiares también podemos encontrarnos con calamidades, como sucedió con la moda que surgió en los años setentas del siglo pasado, de álbumes de fotografía con pegamento ya integrado en las hojas, en líneas onduladas, que además tenía unas hojas transparentes que supuestamente protegerían las fotos, pero con el paso del tiempo pudo verse que sucedía lo contrario y las sustancias químicas del pegamento las dañaban irremediablemente, la hoja transparente impedía la ventilación y aceleraba los daños.

Fotografía con daño por pegamento.

A pesar de los imponderables, vale la pena realizar la investigación documental, hemos heredado un pasado familiar y en la medida en que aprendemos sobre este, aprendemos más sobre nuestra persona. Decía Voltaire: “A los vivos les debemos respeto, pero a los muertos sólo les debemos la verdad.”

Yo seguiré en esta gran aventura, en busca del acta perdida, en el camino he encontrado muchas cosas de gran significado, más que nombres que se repiten a través del tiempo, más que fechas; esos fragmentos de la vida de mis antepasados, esas piezas del rompecabezas de sus historias, son historias que de muchos modos están en mí.

A Samuel y Juana, a Wilfrido y Macedonia, a Yousef y Wajibeh, a Eduardo y Natividad, a Samuel y Macedonia, a Hanna y Wajibeh, a Jean Baptiste y Flore Adéline, a Francisco y Ascensión, a Samuel y Clotilde, a Jean Baptiste y Theodore, a Agustín y Therese y a aquellos otros que estoy buscando, les doy las gracias por todo.