El vuelo del águila a través del tiempo

ARCHIVO GENERAL DEL ESTADO DE OAXACA

EL VUELO DEL ÁGUILA A TRAVÉS DEL TIEMPO

Por Leonardo Linares Victoria

Los símbolos visuales como transmisores eficaces de mensajes culturales y políticos, desempeñan un papel primordial y constante a través de la historia mexicana. Los países suelen tener una bandera que represente la unidad y valores nacionales más estimados. Cada bandera expresa valores con un símbolo propio, inconfundible, único; Todo esto le confiere a la representación de la identidad nacional, que se entiende como aquella identidad de una persona, que se relaciona con la nación a la cual pertenece, sea esta por haber nacido en el territorio, o por sentir lazos de pertenencia con las costumbres y tradiciones de la nación.

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Esto pasaba en las comunidades que formaron los primeros cacicazgos de Mesoamérica, sociedades campesinas organizadas en orden jerárquico. Estas organizaciones primitivas y más tarde los estados, crearon mitos dedicados a legitimar la posesión del territorio ocupado y elaboraron los primeros símbolos que representaban a esas entidades, dando cuenta de los orígenes remotos de la nación.

La ocupación de la Tierra estableció un derecho de propiedad supremo. A su vez, este vínculo con la tierra creo el símbolo de identidad más íntimo y persistente entre las poblaciones campesinas: la idea de Terra Patria, tierra de los padres. La patria de cada miembro de la comunidad fue el pedazo de tierra claramente delimitado, bendecido por el espíritu vigilante de los ancestros que descansan en el propio suelo y protegido por los dioses creadores del Cosmos.

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Un símbolo muy importante en la cosmogonía mexica es el nopal, árbol cósmico que está relacionado con la primera creación, un eje plantado en el centro del Cosmos que comunicaba sus tres niveles: el Inframundo, la superficie terrestre y el cielo.

Los símbolos de la identidad mexica se agruparon en el relato que narra la peregrinación desde el remoto Aztlán, hasta la fundación de Tenochtitlan en 1325. Este mito cuenta que El dios de la guerra y el sol, Huitzilopochtli, les ordenó abandonar Aztlán, el lugar de origen y buscar tierras mejores, que reconocerían por la manifestación de un símbolo inequívoco: un águila agitando sus alas, parada sobre un nopal y devorando una serpiente.

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Uno de los jeroglíficos más oscuros de este símbolo era el de la piedra de la que brota el nopal. Hoy sabemos que esa piedra es el corazón sacrificado de Copil, al que Huitzilopochtli decapitó, le arrancó el corazón y lo entregó a uno de sus sacerdotes, quién lo arrojó al centro de la laguna donde se convirtió en la piedra de dónde surge el nopal.

El águila en la simbología de los mexicas es el doble del sol: encarna su fauna y el movimiento ascendente hacia el cenit, es la representación solar por excelencia, un depredador, un cazador. La imagen que representa el águila devorando una serpiente alude a la victoria del sol sobre sus enemigos y expresa el triunfo de los pueblos guerreros sobre los antiguos pueblos agrícolas.

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Los mexicanos, después de tres siglos de dominio español, de imposición de símbolos extraños y de búsqueda de nuevas señales de identidad, al consumar la independencia en 1821 recuperaron la antigua insignia azteca y la impusieron como ícono de la bandera.

El emblema indígena es un símbolo antiguo, ornado de prestigio inconmensurable de duración, pues ha probado ser capaz de resistir los efectos destructivos del paso del tiempo, embate de otros símbolos que en distintos momentos amenazaron con asumir la representación nacional, un símbolo de resistencia indígena que enfrentó la invasión española y que concentró las nociones de legitimidad y defensa del territorio.

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El águila y la serpiente al mezclarse con la Virgen de Guadalupe e infundirle a esa imagen un acentuado toque de mexicanidad, se transformó en un catalizador mítico qué afirmaba la identidad indígena con el pasado y para los criollos y mestizos, fue un puente entre su presente incierto y un pasado iluminado por el prestigio de la antigüedad, de este modo el emblema comunicó a estos grupos diversos una imagen del pasado, que reunía las nociones de origen, parentesco, grandeza, vitalidad, legitimidad e identidad.

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Al cobijarse bajo el manto de un símbolo religioso venerado, rebasó los confines del mundo nahua donde había nacido y se convirtió en un símbolo proveedor de atractivas señales de identidad para diversos sectores de la población.

Pero al estamparse la antigua insignia de los mexicas en el blanco de la bandera Tricolor, se conservó la individualidad de la representación nacional. Para distinguir la insignia se acudió a la fuerza del emblema indígena y esa decisión volvió a unir a una nación proyectada hacia el futuro con sus raíces más antiguas.

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Una prueba fiel de esto se encuentra en el Archivo General del Estado de Oaxaca, guardada entre sus acervos en múltiples expedientes y documentos membretados con el escudo nacional, los cuales son de una belleza sin igual. En ellos podemos observar la evolución que ha tenido el escudo nacional con el paso del tiempo, representando al águila de frente con las alas extendidas, de perfil con múltiples alegorías a la guerra y sobre todo a la libertad. Cómo va adoptando la forma en la conocemos actualmente y reafirmando que es el símbolo de una fuerza ancestral donde convergen tres tradiciones; la religiosa hispánica, la colonial y sobre todo la indígena. Símbolo que nos une y hermana en la actualidad como una nación.

Sin archivos ordenados no hay transparencia, ni historia, ni cultura. Los invitamos a conocer estos tesoros documentales en el Archivo General del Estado de Oaxaca.

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