Capacitación interna: conservación y restauración

ARCHIVO GENERAL DEL ESTADO DE OAXACA

CAPACITACIÓN INTERNA: CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN

Por: Rossana Sierra Espinoza

En 1931, en el marco de la Conferencia Internacional de Atenas para la Restauración, la doctrina que Camilo Boito formuló y luego Gustavo Giovanoni retomó y desarrolló con el nombre de Restauración Científica, fue bien acogida en el mundo; a partir de entonces el oficio -hoy profesión- ha ido tomando el carácter de disciplina.

En América Latina, con la creación del Centro Regional Latinoamericano de Estudios para la Conservación de Bienes Culturales “Paul Coremans”, instalado en la Ciudad de México en 1968 con el apoyo de la UNESCO, la enseñanza de la disciplina se profesionalizó. Este centro, es el antecedente de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete” (ENCRyM), la primera a nivel mundial en ofrecer una Licenciatura en Restauración.

De ser un oficio empírico, forjado en una larga tradición de diversos y variados gremios de artesanos: pintores, escultores, doradores, escribanos, ceramistas, forjadores y herreros, papeleros, encuadernadores e impresores; en el que se aplicaban las técnicas artesanales de manufactura para restaurar la imagen reparando la materia, definiendo el nivel de la intervención bajo la subjetividad del gusto personal y generalmente permitiéndose la reinterpretación o reinvención, si así se consideraba necesario.

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La Restauración se transformó en una profesión multidisciplinaria, dando un espacio elemental a la técnica artesanal y fundamentándola en las ciencias naturales para explicar y entender la materia de los objetos, las causas y los procesos por las que pasa hacia el deterioro. Química, física, biología, para comprender las interacciones entre los materiales y métodos que utilizamos para restaurar, con los materiales constitutivos de nuestros bienes patrimoniales.

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¿Por qué restauramos? ¿Para qué? ¿Para quién? son preguntas que debemos y podemos respondernos antes de definir el alcance de nuestras intervenciones, gracias a las ciencias sociales. La historia del arte, estudia la producción artística a través de tiempo y geografía, e incluso la taxonomiza, complementada por la historia de la cultura y su producción material desde la segunda mitad del siglo XX.

La historia nos permite entender el camino recorrido por la sociedad hasta producir los objetos que han llegado a nuestras manos; la sociología, su momento presente; la antropología, su devenir, su significación pasada y contemporánea, la misma que intentamos conservar para el futuro pues no sólo restauramos materia, intencionalmente también preservamos valores.

Los archivos históricos son patrimonio documental y por tanto, cultural. Son bienes que heredamos de la sociedad que nos antecedió, creados por la cultura de la que formamos parte en el devenir de su historia y de una cultura viva que seguirá produciéndolos. El AGEO tiene un Departamento de Conservación y Restauración con la función de preservar el patrimonio documental del estado.

Dieciocho auxiliares técnicos atienden los procesos de conservación-restauración de documentación que va del siglo XVI al XX. Ellos tienen virtudes en común: paciencia, minuciosidad, inteligencia, atención a los detalles, pasión. Unos, son relativamente nuevos en el tema; algunos otros, tienen mucha experiencia en los procesos de restauración aplicados a papel, fotografías, libros, documentos gráficos y su ejecución técnica es impecable, la práctica hace al maestro.

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Es fundamental una formación que integre los conocimientos necesarios para atender material documental de manera integral: prevención y corrección del deterioro, restauración. Capacitarlos, para que todos cuenten con la información necesaria que les permita ejecutar su trabajo con seguridad y confianza, es una labor que debe ser constante y de largo plazo. Capacitar, aplicar, evaluar, reforzar.

Así pues, fomentar la profesionalización de la conservación-restauración ha sido el quehacer de la disciplina de la Restauración desde el comienzo de su desarrollo en México. La integración de técnicos y auxiliares en proyectos de restauración, ha sido sistemática y ha contemplado la integración de miembros de la comunidad que valora y consume el bien cultural. En estos proyectos se contempla su formación técnica, algunas veces teórica, casi nunca científica.

Mientras los profesionales no seamos capaces de proveer de una capacitación integral a nuestro personal técnico, mantendremos e incluso, me atrevo a decir que ampliaremos, la brecha de conocimiento y ética que exigimos de toda intervención al patrimonio cultural. Garantizar que las intervenciones de restauración sean ejecutadas y fundamentadas bajo los principios teóricos y los criterios éticos que dicta la disciplina, depende de cuánto invirtamos en capacitación, más que de cuánto les limitemos la intervención.